- Escrito por Edwin Umaña Peña
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Deconstrucción del estereotipo del "paisa emprendedor" en "Primero estaba el mar" y "Los caballitos del diablo" de Tomás González
Tomás González es uno de los escritores colombianos más destacados en la actualidad. Un autor de culto, considerado por la crítica como el autor colombiano más interesante en estos momentos. La lectura de sus novelas "Primero estaba el mar"(1983) y "Los caballitos del diablo"(2003) propone el replanteamiento de ideas tradicionales arraigadas en la idiosincrasia colombiana como el concepto del “paisa trabajador, emprendedor, negociante y acumulador de ganancias". En las obras de Tomás González no se encuentra este estereotipo del antioqueño, al contrario, deconstruye esta visión popular y se plantea otra visión muy diferente, que tal vez de cuenta más certera al analizar los conflictos que han surgido en aquella región colombiana en los últimos 50 años.
Una sociedad que comienza a ser infiltrada por la cultura del narcotráfico
"Primero estaba el mar" es la primera novela de Tomás González, publicada en los días en que trabajaba como DJ del bar de salsa "Quiebracanto", del centro de Bogotá. Cuenta la historia de Jota, un joven de la burguesía antioqueña que decide irse de Medellín con su esposa, a vivir a una casa a orillas del mar, en el Chocó. La novela transcurre hacia finales de los años 70, finaliza cuando Jota muere, asesinado por un hombre del lugar.
En el epílogo, Miguel, uno de sus hermanos, va hasta aquel paraje lejano, frente al mar, a recoger el cadáver de su hermano. Miguel va a ser el protagonista de "Los caballitos del diablo". Esta época, finales de la década de los años 70, es muy importante, ya que vemos, en ambos relatos, cómo la sociedad antioqueña está siendo infiltrada por la cultura del narcotráfico.
En contravía del "antioqueño emprendedor" de aquellos años
En estas obras, aunque sus personajes emprenden negocios, y se mueven en la dinámica capitalista del trabajo y la supervivencia en una sociedad de mercado, sus objetivos van en contravía con lo que se podría esperar de la figura del “antioqueño emprendedor”. Jota en “Primero estaba el mar” y Miguel (llamado en la obra “Él”) en “Los caballitos del diablo” ejemplifican este aspecto.
Por un lado, en "Primero estaba el mar", el personaje de Jota no parece especialmente interesado en tener éxito en los negocios y acumular ganancias. Su objetivo parece ser irse a aquella isla en las playas chocoanas a vivir de la forma más tranquila posible de lo poco que produce su pequeña finca y su casa. Llega incluso a hacer malos negocios, como la compra del cebú o de la porción de tierra que le venden Ramiro y don Gabriel. La narración se desarrolla mientras poco a poco los negocios de Jota se vienen abajo, un poco por sus malas decisiones, un poco porque no le interesa el éxito económico, ni mucho menos pertenecer a ese grupo que mira con tanto desprecio: “los ricos”.
El hermano que engaña a los demás hermanos
Por su parte, en la novela “Los caballitos del diablo”, el personaje principal, Miguel, quien asiste al funeral de Jota relatado en “Primero estaba el mar”, es , en apariencia, un profesional y empresario de éxito que involucra a sus hermanos en sus negocios. Sin embargo, desde el principio se aprecia que las cosas no son como parecen ya que el propio Jota, en vida, lo acusaba de haberlo engañado y haberle robado el dinero invertido, fruto de la herencia que había dejado el padre.
Durante la narración de "Los caballitos del diablo" vuelve a ocurrir lo mismo, pero esta vez con su otro hermano, Emiliano, quien también se siente engañado por Miguel a quien acusa de haberse quedado con su dinero mientras se declara en quiebra. Miguel, poco a poco, se aisla del mundo en su casa, ubicada en las montañas frente a la gran ciudad, Medellín, al tiempo que observa cómo la violencia y el narcotráfico transforman la sociedad que lo rodea.
El colorido de las casas tradicionales antioqueñas
Una exótica casa barroca en las montañas de Medellín
Miguel hace de su casa un lugar exótico, con una construcción barroca, con estancias que no paran de crecer, decorada con pinturas que hace su esposa Sara. Una estética que alimenta el barroquismo propio de la colorida estética tradicional antioqueña. En ese sentido, el auto aislamiento de Miguel y su esposa, en vez de empobrecer, satura de color esa casa en la que permanecen todo el tiempo.
Abundancia que no se transforma en negocio
Miguel es un tipo trabajador cultiva la tierra, no es el hacendado que tiene peones a su disposición, él mismo pasa el día en su terruño arando, limpiando, sembrando. Ellos mismos preparan conservas, tuestan el café, inventan productos que almacenan en una despensa que deben ampliar cada cierto tiempo. Miguel acumula los frutos de su tierra, en algún momento los regala a las monjas o a los vecinos pobres, pero su objetivo no es hacer de eso un negocio. La novela termina con él encerrado, junto a su familia, cuidando su tierra, su jardín, ampliando y reformando sin fin su casa.
Una clase social que desaparece tras el ascenso de la élite del narcotráfico
Si el concepto del "antioqueño emprendedor" se evidencia en en empuje que tuvo el narcotráfico como negocio en esta región del país, también implicó el surgimiento de una clase social que irrumple, al tiempo que una parte de la élite económica y social se transforma hacia esta nueva cultura. Jota y Miguel representan, por el contrario, una clase social que lentamente desapareció, esa primer gran generación el antioqueño trabajador, hacendado, comerciante o minero que vemos retratada en las obras de autores como Tomás Carrasquilla. Una clase social que desapareció tras la irrupción de la sociedad y cultura del narcotráfico, la cual se aprecia en la novelística antioqueña contemporánea, en autores como Héctor Abad Faciolince, Jorge Franco, Pablo Montoya o hasta el mismo Fernando Vallejo.
Edwin Umaña Peña
Escritor, guionista y docente universitario.
Autor del libro de cuentos "Amor Sexo Decepción" (2021) y de la novela "La conspiración de los farsantes" (2017).