- Escrito por Edwin Umaña Peña
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"El infinito en un junco" de Irene Vallejo: lúcida mirada a través de la historia de los libros
El ensayo "El infinito en un junco" de la escritora española Irene Vallejo se ha convertido en el fenómeno editorial mundial de los últimos años, vendiendo miles de ejemplares y sorprendiendo a los lectores del mundo con un texto cuya belleza deslumbra desde la primera línea. Ha desafiado también los prejuicios de la industria del libro, que se vio sorprendida al ver un texto de no ficción en la lista de los más vendidos en muchos países. Traducido a múltiples lenguas, esta obra lleva la forma literaria del ensayo a nuevos territorios y propone un paradigma que será guía para las futuras generaciones de escritores.
Mirar los orígenes para avanzar al futuro
Han pasado más de cinco mil años desde la aparición de la escritura, un hecho que dio un vuelco al destino de la humanidad. Irene Vallejo nos lleva hacia ese remoto pasado, cuando lentamente el ser humano comenzó a articular y sistematizar su experiencia vital en símbolos grabados en tablillas de barro. Algo que desde el presente parece un hecho obvio y elemental, fue en realidad fruto de años de transformaciones que fueron horadando un camino que forjó el avance de civilizaciones. La relación entre la oralidad, la memoria y la aparición de nuevas tecnologías, que permitieron la aparición de productos como el papiro, forjó una encrucijada de la que salió uno de los bienes más preciados de la humanidad: el libro.
La belleza de "El infinito en un junco" radica, sobre todo, en su capacidad de redescubrirnos el significado y la importancia del libro en el devenir humano, pero también en nuestras vidas, ya que la escritora vincula su vivencia personal con este preciado objeto y su experiencia de la lectura, para hablarnos, con complicidad y lucidez, a quienes amamos perdernos en los mundos imaginarios que nos aguardan en las páginas. Para todo febril lector, el libro como objeto es un acontecimiento que le cambia la vida, y gracias a esta obra renace la fe en esta actividad tan minoritaria hoy en día, como lo es leer. La alienación creciente generada por los dispositivos móviles y el culto a la ignorancia que reina en las redes sociales, pronto harán realidad distopías que leímos en obras como "1984", "Un mundo feliz" o "El cuento de la criada", obras que, además, cita la autora. Soportar la vacuidad del presente, saturado de pantallas y de contenido insulso que nos recuerda que la estupidez humana no tiene límites, tiene su asidero en ese objeto, el libro, donde se resguardan los relatos que nos reconcilian con la magia y el misterio de este viaje que se llama vida.
Alejandro Magno y la expansión del helenismo
Irene Vallejo nos cuenta cómo el detonante de la cultura del libro fue, precisamente, la cultura de la guerra. Guerra y libro fueron de la mano, la una para reincidir en el carácter depredador, cruel e irracional del ser humano, el otro para recordarnos el precio que pagamos al hacer de la violencia la forma por excelencia para relacionarnos con ese otro desconocido. En medio de esto, deslumbra una de la figuras más importantes de la historia de la humanidad: Alejandro Magno, tal vez, según Vallejo, autor intelectual de ese primer intento por resguardar el conocimiento como lo fue la Biblioteca de Alejandría.
Alejandro Magno representa la irracionalidad y la lucidez, la sensibilidad y la crueldad, la pasión por el conocimiento y por las artes frente a la habilidad para la guerra y la destrucción. Como Borges lo recordó muchas veces (no es gratuito que a lo largo de esta gran obra se sienta latente el espíritu del escritor argentino) el gran conquistador macedonio guardaba a un lado de la cama su espada y bajo la almohada un ejemplar de "La Ilíada".
El infinito resguardado en la Biblioteca de Alejandría
Vallejo expone que la creación de la Biblioteca de Alejandría fue un acontecimiento vital para la historia del libro, de la lectura y de la humanidad. Este épico proyecto fue ideado por el faraón egipcio Ptolomeo I, militar macedonio quien luchó junto a Alejandro en la heroica campaña que habría de extender las fronteras del helenismo hasta territorio jamás pensados, cuyas huellas y legado persisten hoy en día. El vacío dejado por la repentina muerte de Alejandro pareció querer ser llenado con la creación de la gran biblioteca, consolidada bajo el gobierno del faraón egipcio Ptolomeo II hacia el siglo III A.C.
El ensayo recorre la historia del libro de la mano de la historia de la humanidad. El libro no es un hecho aislado del acontecer humano, de sus esplendores o sus barbaries. Tampoco de la vida íntima de las sociedades. El amor, la venganza, la traición, el olvido, la vida y la muerte estuvieron ligadas a la lenta pero firme consolidación de la palabra escrita, hasta llegar un momento en que el papiro y el conocimiento allí resguardado llegaron a ser tan valiosos para la vida humana como el agua, el aire, el oro o los inventos bélicos.
Alejandría: capital del sexo y la palabra
Detrás de la Biblioteca se yergue la ciudad de Alejandría, puerto de llegada de gentes de todas partes, comerciantes, aventureros pero también buscadores del conocimiento. La biblioteca fue también un museo donde se pensó resguardar las huellas de las grandes obras humanas. La ciudad era un espacio cosmopolita, un lugar único en el mundo, punto de encuentro donde las historias contadas y escritas fueron recitadas o leídas por poetas y bardos que cantaban al amor, al sexo, a las pasiones humanas y celebraban el conocimiento. La Biblioteca y el Faro hicieron de Alejandría una ciudad mítica, protagonista de innumerables obras literarias, que esconde bajo su nombre la promesa de la aventura física s intelectual, el acceso a mundos exóticos que se esconden en sus calles o en los pasillos de su legendario recinto.
Vallejo propone que la globalización del mundo comenzó con el helenismo, impuesto por Alejandro Magno, que configuró a Grecia y todos sus avances culturales y artísticos como paradigmas eternos de la humanidad, imitados en todos los lugares donde llegó el rastro de las conquistas del inmortal emperador macedonio. Gracias a Alejandro, en muchos lugares del mundo Grecia y su cultura se volvieron referentes que todos querían imitar. La filosofía griega, la tragedia, la comedia, se volvieron símbolos del espíritu humano, obras que se empleaban para educar. Esta globalización tuvo su primer vértice de encuentro en la ciudad que le rinde homenaje al gran conquistador.
Desde el primer bibliotecario que tuvo la Biblioteca, Demetrio el Falero, surgió también algo que habría de ser fundamental para la historia de la humanidad: las traducciones. De esta forma el conocimiento de cientos de civilizaciones se fue dando cita en los pasillos de la Biblioteca de Alejandría y gracias a esto muchos textos de sabios ilustres llegaron hasta nuestros días.
Biblioteca del Convento de San Marcos en Florencia, Italia
La Biblioteca como representación del universo
Tenemos entonces en "El infinito en un junco" una estrategia muy atractiva que la autora emplea para hacernos entender la dimensión de la importancia del libro para la humanidad. El infinito, eso inacabable e inabarcable que sorprende al pensamiento humano, se puede abarcar desde un espacio finito como los estantes de la biblioteca. Se puede observar desde la breve extensión del libro, de los rollos de papiro que contenían miles de historias, el infinito resguardado en esta forma de conocimiento lista y a la espera del lector. Ese infinito que comienza con el junco que crece a orillas del Nilo y que hizo posible la invención del papiro.
Nos acercamos al infinito al entrar en la biblioteca, y esa experiencia mística para los amantes de la lectura nos la cuenta la autora a partir de su propia vida. En medio de la argumentación, nos relata aspectos de vida, desde su amor por las historias, leídas por su madre, pasando por su aprendizaje de la lectura, así como por esos eventos que nos apartan del mundo como la violencia en las aulas o el acoso hacia los diferentes, ya que siempre que alguien lee comienza a ser diferente. El amante de los libros parece parece pagar el precio de querer ojear hacia ese infinito, como en"El Aleph" de Borges.
Esta obra también hace su aporte a ese infinito, al emplear herramientas del ensayo posmoderno, como narraciones personales de la autora, relato de escenas donde vemos a los héroes de los libros, como Alejandro Magno o los poetas y escritores griegos y romanos. En su diversidad casi infinita, este magistral ensayo emplea digresiones, contra preguntas, cientos de analogías o ejemplos. Así mismo la autora narra su aventura intelectual mientras elaboraba la obra, el ir y venir por diversas e históricas bibliotecas europeas, apuntando, confrontando, encontrando leves huellas reveladoras que nos ofrece en sus páginas. La labor de escritura e investigación para "El infinito en un junco" es también una gesta épica, digna del paradigma humano que es la Biblioteca de Alejandría. De la mano de la autora visitamos la Biblioteca del Convento de San Marcos, en Florencia, la primera biblioteca moderna, construida durante el Renacimiento y patrocinada por Cosme, patriarca de la familia Médici y otros recintos legendarios, como la biblioteca de Oxford o la de Harvard.
El alfabeto, la escritura y el primer libro
La creación de sistemas simplificados para registrar los símbolos, como lo fue el alfabeto, se debió a mentes abiertas que no tuvieron reparo en copiar los avances de otras culturas. De esta forma Vallejo nos cuenta la adopción por los griegos del alfabeto y la escritura fenicias, sistema ordenado que permitió organizar y sistematizar los símbolos que conforman la palabra escrita. En la obra se expone y reitera muchas veces cómo el conocimiento se dio por un proceso de lenta acumulación de diversos saberes, que se resguardaron en los rollos de papiro, y que eso ocurrió gracias a mujeres y hombres inquietos, curiosos, sobre todo de mente abierta, seres humanos libres de prejuicios, apasionados e incansables. Esta acumulación dio como resultado el primer libro propiamente dicho de la historia de la humanidad, la obra "Sobre la naturaleza" de Heráclito, publicado a comienzos del siglo V A.C.
Hasta ese momento los textos escritos eran reproducciones de las historias orales que los bardos y los poetas cantaban, acompañados por la cítara, en las casas de los nombres o en los eventos especiales de las comunidades. Heráclito fue el primero en componer un texto escrito, en pensar en ese artefacto llamado rollo de papiro, para transmitir su obra. Nació de la mano de la aparición de la prosa y con este autor se da inicio a la aparición de los escritores como figuras reconocidas y reconocibles, de los autores que se dedican a escribir un texto que va a ser leído por otros.
Safo de Lesbos
La rebeldía femenina para amar los libros
Irene Vallejo también da espacio a las mujeres que se abrieron paso en un mundo patriarcal y machista, en donde las mujeres no eran ciudadanas y no tenían derechos. El amor por el conocimiento, la necesidad de la educación, de aprender a leer, pero también de expresarse con poemas o contar historias, fueron el motor de grandes mujeres que lucharon y forjaron un espacio donde la escritura desde una sensibilidad femenina tuvo lugar. Mujeres rebeldes que también enseñaron la pasión por las letras a otras mujeres. Vallejo nos recuerda a escritoras y poetas como Safo, Aspasia, Corina, Telesila, Praxila, Cleobulina, Nóside, Melino o Filina. Nombres rescatados del olvido, algunas de sus obras lograron llegar hasta nuestros días, pero de la mayoría sólo se conoce pr referencias de otros autores.
Del helenismo al Imperio Romano
El camino trazado por "El infinito en un junco" nos lleva del esplendor de la Biblioteca de Alejandría, durante el reinado de los Ptolomeos, a su lenta decadencia, ocurrida cuando estaba en manos del Imperio Romano y este llegaba a su fin. La Biblioteca albergó el conocimiento humano y fue copiada en muchos lugares del mundo donde se también se querían resguardar los saberes. Vallejo nos muestra a grandes autores como Hesíodo, Heráclito, Homero, Sócrates, Platón, Sófocles, Aristófanes, Aristóteles, Heródoto o Demóstenes, sabios que iluminaron a la humanidad, incluso a costa de su propia vida, porque el conocimiento siempre ha tenido grandes enemigos. Y los libros también como nos lo recuerda muchas veces.
Este libro también es un homenaje a estos amantes del conocimiento, seres humanos que se preguntaron por el sentido de la existencia, por la certeza de la realidad humana, que miraron sin tapujo nuestras contradicciones, hazañas, defectos y desgracias. La paradoja es que fue la ausencia de este amor por el conocimiento en ciertos momentos de la historia, sobre todo reemplazado por la intolerancia religiosa desatada a comienzos del milenio, la que llevó a la Biblioteca de Alejandría a la destrucción.
El impacto del mundo helénico y su representante, la Biblioteca, también afectó a la sociedad romana y sentó las bases de la cultura europea y occidental. Los romanos hicieron de la cultura, la lectura y la educación una de las marcas del ciudadano, del habitante de la polis. Las élites de disputaban los libros, poseer uno era signo de poderío económico, señal de distinción. Muchos personajes distinguidos tenían sus bibliotecas privadas y contrataban a esclavos de origen griego para educar a sus hijos. Saber hablar bien, haber leído los grandes autores, era algo necesario para llevar una exitosa vida social el la monumental Roma. El libro, el culto y la cultura del libro se asociaron de inmediato al hedonismo de la vida en la gran polis, Roma.
La cultura como una marca de distinción, como un propósito, así fuera para la banalidad del esnobismo, hizo del libro el gran artefacto que le dio un sentido estético a la vida humana. Vallejo nos habla de personajes, escritores célebres que caminaron por las calles de la gran capital del Imperio Romano, autores como Plauto, Terencio, Ovidio, Virgilio, Horacio, Marco Aurelio, Cicerón o Juvenal a quienes sus obras trajeron grandes beneficios sociales y económicos, el mecenazgo de la élite o el Emperador, pero también los llevó a la ruina o al exilio, por escribir obras que incomodaron al poder.
Hipatía y el fin de la Biblioteca de Alejandría
El fanatismo de los cristianos, enfrentados a judíos y creyentes de otras religiones, desató la ira de una ciudad que en ese momento pasaba por una gran agitación política. La decadencia del Imperio Romano y la adopción del cristianismo como religión oficial desató una cruenta cacería contra quienes amaban los libros y tenían por propias otras verdades diferentes a las de la Biblia. Fue una mujer, Hipatía, su última defensora. Acusada por los cristianos de ser una bruja, fue torturada, asesinada y descuartizada por la turbamulta, ansiosa de ajusticiar a quienes desafiaran la palabra divina. La Biblioteca, catalogada por los cristianos como recinto de paganismo y hechicería, sus los muros, pasillos y estantes llenos de rollos de pairo, esta gran arca del conocimiento, sucumbió al fuego.
"El infinito en un junco" termina con un sabor a nostalgia después de este enorme viaje intelectual. Mientras nos acercamos a los tiempos posmodernos del internet, Irene Vallejo nos cuenta de los catálogos, los bibliotecarios, los libreros, libros como Fedón, que causaban lectores suicidas, para reivindicar el poder de la palabra, de las historias, la importancia de ese alimento de la imaginación y el pensamiento. Esta una obra apabullante, brillante y conmovedora que le debe al enorme talento de su autora el habernos conducido, hipnotizados, hasta los orígenes del conocimiento humano bajo el poder de su estilo, sus capítulos breves, los relatos vívidos del pasado, sus contrapuntos con el presente y sus lúcidas ideas. Cuando se llega a la última página, sólo queda decirle a esta gran autora, Irene Vallejo, con la voz quebrada: ¡muchas gracias escritora!
Edwin Umaña Peña
Escritor, guionista y docente universitario.
Autor del libro de cuentos "Amor Sexo Decepción" (2021) y de la novela "La conspiración de los farsantes" (2017).